La humanidad se acercaba al momento crucial. Los científicos llevaban años teorizando y soñando con una comunicación sin ataduras, sin hilos, que volara libre como las ondas por el espacio. El camino se había allanado con teorías escritas en papel, pero era hora de llevarlas a la práctica.
Nuestra máquina del tiempo aterriza en Alemania para conocer a uno de los inventores que trabaja con las ecuaciones de Maxwell. Al bajar en el año 1888, encontramos a Heinrich Rudolf Hertz quien, tras muchos esfuerzos, logra transmitir y recibir ondas electromagnéticas y obtiene cruciales avances en el estudio de la velocidad de la luz y las ondas de radio, bautizadas en su honor como hertzianas.
Varios científicos emprenden, ayudados con el experimento de Hertz, una carrera para ser los primeros en aprovechar esas ondas para enviar información. Uno de ellos es un joven migrante europeo que llegó a Estados Unidos y llamó la atención del famoso George Westinghouse, preocupado en cómo generar corriente alterna y llevarla a los hogares norteamericanos.(1) Este joven se llama Nicolás Tesla y le vende su patente de generador de energía eléctrica a la compañía de Westinghouse.
Tesla sigue investigando y logra crear un radiotransmisor de ondas electromagnéticas. Pero en esos mismos años, en Italia, otro inventor llamado Gillermo Marconi ya experimenta con un generador que transmite estas ondas.
Marconi tiene la habilidad de unir inventos de diferentes científicos para lograr el éxito. A su generador de ondas le hace falta algo que las mande lejos y que también las reciba. Lo soluciona usando una antena. Es una especie de “alambre volador” que ha inventado el ruso Alexander Popov.(2)
Marconi, ¿inventor de la radio?. Unidentified photographer. Smithsonian Institution from United States.
Popov está trabajando en un receptor de tormentas eléctricas. Usa una cometa para elevar un cable que sirve como antena de rayos, tal como hiciera Franklin para inventar el pararrayos. Si recibe rayos, piensa Popov, también podrá recibir otras ondas electromagnéticas.
Mientras tanto, el italiano Marconi, usa un alambre similar y se vale de un receptor de ondas que había sido ideado por el francés Edouard Branly.
Sumando las investigaciones de estos inventores y sus propios adelantos, Marconi logra en 1894 un transmisor-receptor de ondas electromagnéticas para telegrafía sin hilos o radiotelegrafía. Con este equipo ya se pueden enviar mensajes en morse sin necesidad de cables.
Comienza, entonces, una larga guerra para saber quién es el inventor de la radio. Tesla reclama la autoría en Estados Unidos, Marconi también quiere ser reconocido como tal. Pero los hechos terminan hablando por sí solos y el italiano zanja la polémica cuando logra una transmisión que cruza el océano Atlántico. En 1901, con su invento perfeccionado, Marconi envía un mensaje en morse que atraviesa los más de 3.000 kilómetros que separan Terranova de Inglaterra.
Aunque la guerra de patentes continúa, Marconi pasa a la historia como el creador o, al menos, el pionero de la radio. Pero su intención no es enviar sonidos, sino mejorar el servicio de telegrafía a largas distancias sin necesidad de cables. El principal objetivo de su invento es comunicar a los barcos en alta mar con tierra firme. Así ocurre con el Titanic cuando se está hundiendo en abril de 1912 y utiliza una “estación Marconi” para enviar una señal de SOS.(3) Por eso, Marconi en realidad, es el inventor de la radiotelegrafía, es decir, la telegrafía por ondas de radio, antecesora de la radiodifusión.
De momento, los transmisores existentes sólo han usado las ondas electromagnéticas para enviar, a los cuatro vientos, puntos y rayas. Hasta la Nochebuena de 1906. En esa fría y entrañable noche, algunos marineros brindan en alta mar cuando se acercan sorprendidos a sus radiotransmisores. Esta vez no escuchan puntos y rayas del código Morse, sino… ¡música y palabras!
Algunos llegan a pensar que son alucinaciones fruto del alcohol. Pero no. A unos pocos de kilómetros de la costa, el canadiense Reginald Fessenden transmite desde Brant Rock, en Massachusetts, unas notas musicales con su violín y lee algunos pasajes de la Biblia. Si Marconi pasa a la historia como el padre de la radiotelegrafía, el canadiense Fessenden podría considerarse como el padre de la radiodifusión. El problema de la transmisión de Fessenden es la calidad y la distancia. Los ruidos hacen casi imperceptibles las palabras que, además, no llegan muy lejos. Y por si los problemas fueran pocos, la antena que usa es de dimensiones exageradas. Despojemos entonces a Fessenden del titulo que le acabamos de otorgar y busquemos a quien se lo merezca más.
Tarjeta de 1910 con la torre de radio de Reginald Fessenden en Brant Rock, Massachusetts.
Adelantamos un año la máquina del tiempo, hasta principios de 1907 en Estados Unidos. Allí, Lee De Forest tiene entre manos el invento que revolucionará la radio: el triodo. Se parece mucho a la bombilla que años antes desarrolló Thomas Alva Edison y que funcionaba por el llamado efecto Edison: si dentro de una lámpara de vacío calentamos un filamento, de éste se desprenderán electrones que “saltarán” a una placa de metal cercana generándose una corriente eléctrica.
Este es el principio de la válvula de vacío en el que otro científico, John Fleming, se inspiró para llegar al diodo. Luego, Lee De Forest le añade un elemento más y el diodo se convierte en un triodo, con un filamento, un cátodo y una rejilla. Ahora, los electrones que saltan pueden ser controlados. Estos experimentos, que parecen de ciencia ficción, hacen posible que una pequeña corriente sea amplificada. También permite que esas corrientes lleven consigo sonidos. Con la ayuda de una antena, se convierten en ondas electromagnéticas capaces de recorrer kilómetros y kilómetros. Palabras y música pueden viajar ahora de un lugar a otro sin necesidad de cables. Por ese motivo, Forest llama a su invento audion.(4)
Gracias a esta hazaña, Forest tiene bien merecido el título de padre de la radiodifusión, más que ningún otro. Sin el triodo, la radio no hubiera alcanzado la universalidad que hoy tiene.
Triodo inventado por Forest. Foto: Gregory F. Maxwell / The History of Audio: The Engineering of Sound
Con ayuda del audion, fue más fácil construir transmisores y comienzan a surgir emisoras por todos los rincones del planeta. Noticias, música y luego radioteatros surcan el espacio en forma de ondas radioeléctricas.
La KDKA de Pittsburgh es la pionera y en 1920 estrena el primer servicio de noticias diario.(5) La prensa siente amenazados sus intereses viendo cómo este nuevo medio de comunicación informa los resultados de las elecciones al mismo tiempo que se cuentan los votos. ¡Y no les falta razón! Las noticias en papel que, al día siguiente, anuncian la victoria de Warren Harding en las presidenciales estadounidenses, quedan desactualizadas por culpa de la radio.
Un par de meses antes, en América Latina, un grupo de entusiastas argentinos fabrican un rudimentario transmisor, se suben a la azotea del Coliseo de Buenos Aires y el 27 de agosto de 1920 transmiten una ópera de Richard Wagner. La gente, dudando de su cordura, los bautizó como los locos de la azotea.(6) El pistoletazo de salida pone a todos a correr. En París, en 1921, la Torre Eiffel sirve de antena para las primeras radios francesas. Un año después, se funda la BBC de Londres y en 1923 comienzan las primeras transmisiones en España. En América Latina, además de Argentina, otros países se apuntan a la “moda de la radiodifusión”: México y Uruguay (1921), Cuba y Chile (1922), Venezuela (1926), Ecuador y Colombia (1929),…
Desde nuestra máquina del tiempo, vemos centenares de antenas de radio transmitiendo a lo largo y ancho del planeta. Pero, ¿de qué sirve enviar programas a kilómetros de distancia si nadie puede escucharlos? Resuelto ya el cómo transmitir, hay que perfeccionar el cómo recibir. Los esfuerzos se centran ahora en los receptores de radio. Muchos de ellos usan los diodos inventados por Fleming que sustituyeron a los primeros sintonizadores de mineral de galena.
Para popularizar los receptores de radio es fundamental el aporte de Edwin Armstrong que idea el superheterodino. Aún hoy lo seguimos usando para distinguir unas frecuencias de otras en los diales de radio. Armstrong revoluciona de nuevo el mundo de la radio cuando en los años 30 anuncia que las ondas electromagnéticas se pueden modular en frecuencia. Acaba de inventar la FM o frecuencia modulada.(7)
De aquí en adelante la historia es más conocida. Miles de emisoras transmiten en los cinco continentes y todas se preparan para un incierto futuro digital. ¡Fin del viaje!
Notas
(1) Volta ya había usado corriente continua en la pila, pero estaba por verse si otro tipo de electricidad, la alterna, podría dar luz a un país completo.
(2) En Rusia, Alexander Popov es considerado el inventor de la radio.
(3) Es la señal internacional de auxilio, según la versión más extendida significa Save Our Souls, salven nuestras almas. En código Morse se escribe con tres puntos, tres rayas y tres puntos.
(4) Audion deriva de la palabra latina audio, que significa oír. Muchos transmisores ya no usan este tipo de amplificadores desde que en 1950 se inventara el transistor.
(5) Aunque ha pasado a la historia como tal, es difícil aseverarlo ya que en ese mismo año emisoras en Boston, Detroit o Inglaterra se encontraban transmitiendo regularmente. Quizás tenga algo que ver con que el dueño de la KDKA era el millonario Westinghouse.
(6) Estos “locos”, pioneros de la radiodifusión latinoamericana y mundial se llamaban Enrique Susini, Miguel Mújica, César Guerrico, Luis Romero.
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